Las venas transportan la sangre carente de oxígeno de vuelta al corazón para ser bombeada nuevamente a los pulmones y oxigenada, asegurando la circulación continua del flujo sanguíneo. A medida que transportan la sangre en contra de la fuerza de la gravedad, requieren de mecanismos especiales para garantizar que no fluya hacia atrás.
Las venas superficiales, aquellas de color azulado visibles justo debajo de la piel, cuentan con válvulas para mantener el flujo sanguíneo en la dirección correcta; hacia el corazón. Cuando estas válvulas no funcionan correctamente, la sangre puede fluir en sentido inverso, un proceso conocido como reflujo venoso que incrementa la presión intravenosa provocando hipertensión.
Cuando esto ocurre, las delgadas paredes de las venas no pueden soportar demasiada presión y al inflamarse son empujadas hacia fuera, dando lugar a las várices. Las várices se encuentran comúnmente en las pantorrillas y muslos y pueden provocar dolor, comezón, malestar, inflamación de tobillos, calambres musculares y cansancio en las piernas.
Las várices afectan a una de cada dos personas mayores de 50 años, es decir, a aproximadamente un tercio de la población mundial. Son más comunes entre las mujeres y quienes tienen un historial familiar de enfermedades venosas. Existe una relación entra la obesidad y las várices, las cuales pueden desarrollarse durante el embarazo debido al incremento en los niveles hormonales y al aumento del volumen sanguíneo.
Para prevenirlas, se recomienda caminar para mejorar la circulación y reducir la presión intravenosa. La elevación de las piernas al descansar y no cruzarlas al sentarse pueden ayudar a impedir el empeoramiento de las várices. Así mismo, es conveniente evitar estar parado durante largos periodos de tiempo sin movimiento y mantener una dieta saludable rica en fibra, ya que la constipación puede empeorar las várices (de hecho, las hemorroides son un tipo de venas varicosas).
Las venas superficiales, aquellas de color azulado visibles justo debajo de la piel, cuentan con válvulas para mantener el flujo sanguíneo en la dirección correcta; hacia el corazón. Cuando estas válvulas no funcionan correctamente, la sangre puede fluir en sentido inverso, un proceso conocido como reflujo venoso que incrementa la presión intravenosa provocando hipertensión.
Cuando esto ocurre, las delgadas paredes de las venas no pueden soportar demasiada presión y al inflamarse son empujadas hacia fuera, dando lugar a las várices. Las várices se encuentran comúnmente en las pantorrillas y muslos y pueden provocar dolor, comezón, malestar, inflamación de tobillos, calambres musculares y cansancio en las piernas.
Las várices afectan a una de cada dos personas mayores de 50 años, es decir, a aproximadamente un tercio de la población mundial. Son más comunes entre las mujeres y quienes tienen un historial familiar de enfermedades venosas. Existe una relación entra la obesidad y las várices, las cuales pueden desarrollarse durante el embarazo debido al incremento en los niveles hormonales y al aumento del volumen sanguíneo.
Para prevenirlas, se recomienda caminar para mejorar la circulación y reducir la presión intravenosa. La elevación de las piernas al descansar y no cruzarlas al sentarse pueden ayudar a impedir el empeoramiento de las várices. Así mismo, es conveniente evitar estar parado durante largos periodos de tiempo sin movimiento y mantener una dieta saludable rica en fibra, ya que la constipación puede empeorar las várices (de hecho, las hemorroides son un tipo de venas varicosas).
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